13 febrero 2014

Tercera parte de El guión de Pólvora, entrevista exclusiva con Leiva.

Os dejamos con este nuevo capítulo de la extensa y exhaustiva entrevista a Leiva a propósito de este nuevo disco, Pólvora.

PARTE 3.
Metidos en el estudio, registrando 13 nuevas canciones.

En esta parte de la entrevista repasamos lo que fueron las sesiones de grabación de Pólvora, todo lo referente al trabajo técnico en el estudio, convivencia entre el equipo responsable, el ambiente reinante. Leiva repasa aquellas semanas de placentera concentración, señalando los momentos y decisiones más comprometidas, detalles que han influido al sonido de Pólvora. Además, nos paramos a charlar sobre las letras de estas nuevas canciones.

– Has grabado con dos secciones rítmicas diferentes, según las canciones, y ninguno de ellos son los músicos que llevas en directo.
Si. Lo explico. En el disco están los metales que llevo en mi banda (Tuli y Pachequín) y César Pop. Pero también hay un saxo tenor, David, que es también colega. Desde el principio, también lo he dicho, partía de la premisa de probar cosas nuevas. Mi estado durante la grabación tenía que ser optimo, no quería juntarme con Carlos e imponer mis cosas, quería probar, descubrir. Me senté con él y me propuso a estos músicos y me senté a disfrutarlos. Sé que mi banda de directo es la de siempre, la de toda la vida y lo seguirá siendo, pero me dije para esta ocasión: voy a darme el lujo de probar. Mi actitud fue esa y así lo he hecho.

– En el caso de los metales, los vientos, ¿Por qué si contar con los de la banda?
La manera que tienen ellos de interpretar, de conjugar sus voces, es peculiar, no es la normal… tienen mucha personalidad. En mi opinión, parte de mi carácter, del gusto de mis canciones, está en estos vientos, en estos metales… y a esa personalidad no puedo renunciar. Del mismo modo, el testimonio de Pop en mis discos, es importante.

– ¿César Pop ha tomado parte en la composición?
No en la composición, pero si en la interpretación de todas las maquetas. Por ejemplo en la canción “Pólvora”, aunque la letra y música son mías, el arpegio es de Pop. Nunca había tenido un tema a piano y voz y era el momento de hacerlo, me gustaba.
– Y lo de grabar todos a la vez, tocando en la misma sala, requiere de cierta concentración y feeling.
Ahí éramos una banda tocando, con Carlos también. Tenemos a Tony y Coki baterías y Boli y Chapo bajistas, cada uno en sus siete temas. Y tocábamos los cuatro. Escogíamos un tema y le dábamos unas vueltas y lo escuchábamos, analizábamos y regresábamos. Hemos grabado sin claqueta. Es un tío el que lleva el pulso, es la banda la que logra la emoción, no el ir pegados a al click. Y cuando había una toma buena la salvábamos y a otra cosa.

– ¿Alrededor de cuantas tomas se ha hecho de cada corte?
Quizá 15 o 20 tomas de “Ciencia ficción”. Lo bonito del disco es que… Tiene un groove especial y con eso soy muy meticuloso… soy batería y estoy muy pendiente de eso. “Hermosa taquicardia”, por ejemplo, es una de las que salió del tirón, también los “Cantantes”. Lo guapo del disco es que todo son tomas en directo: bajo, batería y dos guitarras, está tocado en directo. Lo que hemos añadido luego han sido cuerdas, metales y voces, pero las guitarras están ahí tocadas, salvo algún solo.
– Me señalabas hace unos días que te encantaba como habían empastado vuestras guitarras, la tuya y la de Carlos…
Todo viene de las maquetas que hice. Carlos se trabajó sus propios arreglos, se estudió todo aquello. En fin, buscaba todo esto, es otra parte de lo que buscaba, una de las cosas que más me apetecían era que Carlos tocase una guitarra y yo la otra, es un súper guitarrista, tiene un sentido de la pulsación muy especial. Pero sobre todo, además de ser muy buen guitarrista y excelente ejecutor, el tío tiene un sonido muy bueno. Tejíamos muy bien, hablamos el mismo idioma. Ha sido uno de los descubrimientos de la grabación, lo bien que funcionamos tocando la guitarra.

– ¡Y eso que fue heavy de joven!
Ja, ja, sí, eso que fue el guitarrista de Sangre Azul e iba con mallas y el pelo cardado…

– ¿Ha habido algún disco de cabecera para alumbrar el proceso de grabación?
Carlos y yo, para mostrarnos cosas, indudablemente, nos enseñamos referencias. Una cosa muy curiosa ha sido que había cosas mías que Raya me decía: me recuerdan a Del Amitri. Algo que jamás he escuchado. Curioso. Para los medios tiempos le puse “When the night was Young”, de Robbie Robertson, conceptualmente, el sonido que tiene esa canción es muy bonito. Él me puso un disco que había producido Steve Jordan a John Mayer. Y luego, siempre se me ve el plumero y no me se deshacer de ello, siempre hay un momento en que se nota a Harrison, es algo que no planeo, pero, cuando termino el disco pienso: vaya, otra vez se me ve. No lo puedo evitar, lo tengo tan metido…

– Sobre la voz, lo de los tonos… si es cierto que hay canciones que subes alto.
Si, en las maquetas concebí todo en tonos más graves, y tenía todo un punto más melancólico, ese era el carácter que tenía en mis maquetas. Carlos propuso cambiar algún tono y eso te cambia el carácter, la interpretación, incluso el sentido de los textos, que pueden ser más o menos duros según donde los subas… En general el disco cogió mas vida. Menos melancolía.

– Para las letras, ¿eres de retocar ya en el estudio alguna frase, cambiar alguna palabra?
Para permitirte el lujo de cambiar una estrofa en el estudio tienes que ser Sabina o Lapido, gente que llega al estudio casi sin letras y las terminan allí. Tienen mucha chispa y mucha facilidad los cabrones. Yo cambio una palabra o un verso, pero al estudio voy con las letras hechas. La musica me brota, me sale de forma natural, tengo mucha facilidad para hacer música, pero con las letras me tengo que poner. Nunca, por ejemplo, tengo letras huérfanas, sin embargo si tengo muchas músicas huérfanas.

– En el disco se manifiesta que, no obstante, tus recursos son suficientes para hacer estrofas de altura. Veo que desarrollas mucho esa escritura fotográfica, esas palabras que dan la clave para hacerte una imagen mental de lo que cuentas: personaje, escenario, secundario, incluso la luz…
Qué bonito. Todos buscamos hacer una buena fotografía con los versos, pero no siempre atinas. Me encanta cuando estoy escuchando una canción que me está dando una fotografía nítida de un momento concreto. Siento que conforme crecemos, según van pasando los años, te vas dando cuenta de que la importancia de los textos en una canción, para mi cada vez es mayor. Ahora mismo considero que el sesenta por ciento de una canción es la letra y el resto la música… y antes no. Es probable que dentro de poco sea un setenta, pasan los discos y trato de escribir mejor, tengo un compromiso mayor con los textos y los versos los cuido mucho más. No hace falta mirar hacia Cohen (que es dios escribiendo), aquí al ladito está Kiko Veneno que escribe de muerte. Hace que lo difícil parezca fácil. Pero hay que escribirlo. Con los textos soy un súper aprendiz que poco a poco voy encontrando mi sitio, pero te aseguro que mi compromiso cada vez es mayor con los textos.

– Las historias que cuentas en el disco, imagino, no te han pasado a ti directamente.
Siempre intento buscar vida más allá de mi mismo en las canciones. Obviamente, el recurso más fácil es mirar para dentro, ahí te pones a pescar y todo lo que sale es de verdad, es tuyo. Conforme pasa el tiempo te apetece inventarte personajes, historias, y que no siempre te representen. En Pólvora no todo lo que cuento es tan biográfico como lo era en Diciembre. Ahora me he permitido el lujo de contar cosas que no son mías, cosas que me he inventado.

– No sé si estarás de acuerdo, pero hay alguna letra que, si no la miras como una canción de amor, puede incluso estar hablando de drogas o de dependencias químicas… ¿flipo?
Hay símil con la droga. Es un recurso que parece manido, pero es una fuente de la que salen muchas cosas. Siempre ando metido en toboganes sentimentales y eso me da para muchas canciones. Por ejemplo, “Los cantantes” es un canto al oficio, y me encantó hacerlo. En “Ciencia ficción”, por ejemplo, me comentaba el otro día Pachequín (trompetista de la banda) que estaba recuperando un lado más golfo escribiendo que tenia mas apartado últimamente. Y me gustó. Pólvora, aunque parezca autobiográfico, no lo es tanto. Diciembre si que era casi un diario. Es el primer disco que escribo sin tener una compañera sentimental al lado y me doy cuenta de que estoy contando las cosas desde otro sitio, teniendo ese vértigo, esa libertad, ese maravilloso desorden mental y emocional. Aunque parezca un dato irrelevante no lo es, tío.

– Por ejemplo, “Palomas” tiene un verso primero que acongoja. Es más, esa imagen que describes es algo que me contaste hace años en un rastrillo de Dublín, cuando me mostraste una postal en blanco y negro de un cielo enorme con una nube de pájaros… todavía estabas en Pereza.
Si, ¿te acuerdas? Pensaba en ello para la portada de Diciembre. Es una imagen que siempre tengo en la cabeza. Hay una portada de un disco de Wilco que tiene eso. Ese verso lo tenía guardado, ese primer verso entero, me gustaba tanto que cada vez que lo probaba con una música, me gustaba tanto, que prefería guardarlo y no seguirlo. Lo tuve así un año. Hasta que conseguí el segundo. Y luego Quique González escribió el tercero, el barrio mítico.

– Luego hay otra, muy cortita, “Vértigo”. Una atmósfera muy sentida.
Está escrita en un estado de angustia. Con uno mismo. No hablo de nadie, ni de las huellas que haya dejado nadie. Como he leído por ahí. Es miedo al propio miedo. A ti mismo.

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