30 abril 2012

Con Leiva en la Carretera. Capítulo 5.

Con Leiva en la Carretera. Capítulo 5.
20 abril Salamanca.
21 abril Zamora.
Invitado.- César Pop.

Es Domingo por la tarde. La furgoneta acaba de soltarme en la puerta de casa. Me encanta volver de bolo con todos los bártulos, arrastrando la maleta y tropezándome al entrar en el ascensor. Uno vuelve como de hacerlo todo y de no hacer nada al mismo tiempo. Es una sensación agridulce de esas a las que con el tiempo te acostumbras y que acaban por hacerse imprescindibles.
Me encuentro con un correo de Kike Turrón (encargado de gestionar los contenidos de la web de Leiva), en el que me pide una crónica del fin de semana que acaba de pasar. Y pienso que ya tenía yo ganas de hincarle el diente a una de estas historias que se están escribiendo acerca de las aventuras y desventuras de la caravana de Diciembre por las carreteras de España. Me ha tocado, al fin. Salamanca-Zamora. Vamos allá.
El concierto del primer día era relativamente cerca de Madrid. Salíamos después de comer. Dejamos atrás el tradicional atasco que los que vivimos en Madrid solemos organizar para celebrar que llega el fin de semana poniéndonos al día cada uno de nuestras cosas. Hablamos, sobre todo, del fin de semana anterior. De los dos conciertos en La Riviera. Todos nos hemos quedado tocados con esas noches mágicas que vivimos juntos. A todos nos han dicho nuestros amigos que les ha encantado.
Por el camino fuimos viendo “The last waltz”, un documental de Scorsese sobre The Band. Nos habíamos enterado esa mañana de que Levon Helm, su batería, nos había dejado. Verle tocar mientras nos íbamos a un concierto nos pareció un buen homenaje.
En Salamanca nos fuimos directos a la prueba de sonido. Teatro precioso. Mola mucho tocar en teatros. Aunque resulten un poco más fríos que las salas en las que el público está de pie y puede beberse una cerveza durante el concierto, el espacio es tan bonito que siempre nos encontramos con la magia en cuanto ponemos un pie sobre el escenario.
Creo que uno de los recuerdos importantes que se me va a quedar de esta gira es el del inicio de los conciertos. Suena una música y vamos saliendo al escenario los músicos de la Lei-Band. Unos compases después sale Leiva. El sitio se cae. Suena un riff de eléctrica. Después cuatro golpes de baqueta dan la entrada y empieza “Nunca nadie”. Todos nos venimos arriba con ese principio. Todos nos emocionamos, nos sonreímos, y nos recordamos unos a otros con las miradas lo maravilloso que es estar juntos viviendo esta aventura.
El resto del concierto muy bien. A la altura del principio. Ningún problema técnico y muy buena conexión entre nosotros y con la gente. Cuando eso ocurre se nos pasa volando la hora y media larga que estamos ahí arriba soltando canciones. Uno de mis momentos preferidos es “Aunque sea un rato”. Me encantan los arreglos de vientos que suenan al salir del primer estribillo. Me recuerdan a las canciones tristes de Otis Redding. Además, este año me toca tener cerca a Tuli y a Pachequín. Eso me mola. Nunca me pierdo nada de la magia y la energía de los “Pitos y flautas”. Son geniales.
Después del show un poco de compadreo con los “Almas Mudas”, que nos habían taloneado, y al hotel a intentar convencer al del turno de noche de la recepción para que nos dejasen tomarnos una última cerveza antes de irnos a descansar. Lo pasamos bien.
Al día siguiente el equipo se dividió en dos. Por un lado, una parte de la banda se fue de vuelta a Madrid, y por otro el grupo reducido que hacemos los acústicos nos pusimos rumbo a Zamora.
Fue una experiencia bonita hacer un concierto acústico al día siguiente de uno eléctrico. Las canciones están arregladas de otra manera cuando las hacemos sólo a tres instrumentos y voces. Pasamos por ellas pisando más suave, haciendo hincapié en otros matices diferentes que en los eléctricos. Me gustó llegar cansado después de todo el “ruido” de un concierto con banda para sumergirme en la calma y la intimidad de un acústico.
El teatro era precioso. Un sitio pequeñito con capacidad para cuatrocientas personas y lleno de encanto. En el patio de butacas cabrían unas ciento cincuenta. El resto estaban elevados en tres niveles de palcos sobre el patio. Todo el mundo muy cerquita nuestro.
Lo que más me gusta de los acústicos son los arreglos a tres voces que hacemos Leiva, Juancho y yo. Tenemos tesituras de voz diferentes, y cada uno nos encontramos muy cómodos en el sitio en el que nos toca cantar. Ya hemos encontrado la manera de dar con tres voces diferentes para los estribillos de forma natural y nos encanta. En estos conciertos me emociono bastante con la versión que hacemos de “Crímenes perfectos”, de Andrés Calamaro. Creo que le hemos pillado un punto muy chulo a esa canción. A los tres nos encanta el tema desde siempre, claro.
Poco que contar de lo que ocurrió después del concierto. Reposo y tranquilidad. Todos a dormir temprano para volver frescos a Madrid al día siguiente. Tiene que haber de todo.

¡Salud!

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